El toro de lidia constituye uno de los modelos biológicos más singulares de la ganadería mundial.
A diferencia del bovino de aptitud cárnica o lechera, seleccionados bajo criterios estrictamente productivos, el toro bravo ha sido moldeado durante siglos bajo un criterio etológico: la expresión de la bravura.
Esta selección ha generado un fenotipo complejo, en el que confluyen rasgos de agresividad dirigida, capacidad locomotora explosiva, resistencia al estrés, rusticidad y una notable capacidad adaptativa a ecosistemas mediterráneos de alta estacionalidad.